¿Ovejas para qué?
1991/06/01 Mendizabal, E. Iturria: Elhuyar aldizkaria
Si vamos al monte vemos un rebaño de ovejas, no pensemos que se comporten como autómatas y que su principal preocupación es que el hayuco se lleve solo a la boca. A pesar de esta apariencia, se han dado cuenta de que nosotros estamos ahí, nos han identificado como seres humanos y saben si vamos a acercarnos a ellos o no. Las ovejas son conscientes de todos los cambios que se producen en su entorno y tienen sus sentidos bien adaptados para recoger de forma inmediata y precisa todos estos cambios.
Las ovejas pueden ver casi todas las cosas del entorno, pero tienen una visión más estricta en la zona anterior en la que se solapa la visión de ambos ojos.
En estudios realizados hace unos veinte años, expertos pudieron analizar que las ovejas, tanto el ser humano como el coyote, pueden ser vistas a una distancia igual o superior a los 900 metros, pero también cuando los seres humanos o los coyotes están semiflexionados por los arbustos o cuando otras circunstancias les impiden confiar en el olor. Las ovejas pueden basarse en determinadas características del cuerpo del otro animal y conocer su posición social. La presencia de ramas en muchas variedades y su tamaño indica la posición de este animal en su jerarquía intermedia. Cuanto más grandes sean las ramas, más alto será el animal en la jerarquía del grupo. El simple corte de ramas puede tener, por tanto, enormes consecuencias sobre su posición jerárquica. El tamaño de las ramas también nos indica un poco, ya que las hembras no tienen cuernos o cómo quieren que sean más pequeñas que los machos.
Según otros estudios, las madres pueden saber cuáles son y cuáles no, mirando al extremo a los corderos. En algunos experimentos se colorearon algunas partes del cuerpo del cordero y vieron cómo reacciona la madre. Cuando se le daba color a la cabeza (o con el cuerpo incluido), la madre tenía dificultad para conocer a su cordero.
También se cree que las ovejas utilizan la vista para ayudar a identificar los alimentos. Allí donde no pueden oler determinados alimentos, encuentran rápidamente sus gustos para comer.
En algunos experimentos se ha podido comprobar que las ovejas también lo ven en colores, pero todavía nadie lo ha demostrado.
Básicamente, el cerebro y los ojos de la oveja procesan algunas imágenes visuales de la misma manera que las personas las procesamos. Pero su sistema visual tiene algunas características. Por ejemplo, si se compara con los ojos del primate, los de la oveja no están totalmente adaptados para diferenciar los objetos con precisión. A sus ojos les falta el reflejo de adaptación que es el elemento que cambia la forma de la lente para poder enfocar mejor los objetos en nuestros ojos. Tanto las ovejas como las personas procesamos la imagen visual primero en la retina, detrás del ojo. La densidad celular de la retina indica una precisión visual, que en la de la oveja es entre el gato y el hombre.
En el siguiente paso del proceso, la información de la retina pasa a los nervios ópticos, y tras ser analizada por los núcleos talámicos llega a la primera corteza visual posterior del cerebro. Según estudios realizados hacia 1980, la estructura y organización de la primera corteza visual de la oveja es similar a la de los primates. A diferencia de los primates recién nacidos, los corderos tienen una corteza visual madura nada más nacer y, a partir del primer día, pueden aprovechar sus propios ojos para apoderarse del entorno.
¿En qué momento conocemos, o tienen las ovejas, las personas u objetos al procesar la imagen?
Parece que no se identifica hasta que la información se transmite a otras estructuras cerebrales. En estas estructuras podemos encontrar poblaciones neuronales que modificaban su actividad respondiendo a la observación de objetos o individuos concretos. Estas zonas también tienen conexión con zonas del cerebro relacionadas con la memoria y el control de las emociones y comportamientos. Estudios sobre el comportamiento de las ovejas sugieren que esta especie, al igual que los primates, puede disponer de centros especializados para identificar en el cerebro individuos y alimentos relevantes.
Estudios realizados hasta el momento han puesto de manifiesto que una pequeña población celular de corteza temporal cerebral sólo descodifica caras. Esto sugiere que en las ovejas, como en los primates, esta zona está especializada en identificar personas según sus caras. La afección a estas zonas en humanos puede dificultar la identificación de las caras.
En el cerebro de la oveja, las subpoblaciones extras de las células se encargan de descodificar los grupos faciales específicos o las características de la cara. La mayoría de las células sólo responden a los extremos adintelados y cuanto más grandes sean las ramas mayor será la respuesta. Como podemos observar en la figura 2, el registro de la respuesta de las neuronas nos pone de manifiesto la influencia del tamaño de rama. Otro grupo celular responde únicamente a los extremos, y especialmente a los conocidos, de animales de la misma variedad. También hay un grupo de células que sólo responde a las caras humanas y a los extremos de los perros. De estos datos podemos deducir que las ovejas, por lo tanto, dan un tratamiento diferente a la información asociada a las características dominantes, a los extremos de las ovejas conocidas, así como a las especies potencialmente amenazadoras como los perros y los seres humanos.
La orientación de los estímulos extremos también es importante (ver figura 2). Las reacciones de las imágenes frontales son más fuertes que las tomadas lateralmente o por detrás de la cabeza. Las células de la corteza temporal, a diferencia de los primates, no responden a extremos emergentes. Es posible que las ovejas, al igual que los primates de los árboles, no tengan que identificarse unas a otras en el estado inferior.
La corteza temporal de la oveja también contiene células que responden a la apariencia humana. Las ovejas no pueden distinguir a los diferentes seres humanos, no pueden determinar el sexo al que pertenece el ser humano que ven, ni qué lleva, ni si se les presenta por delante o por detrás.
A su vez, estas células no dan respuesta a estas características humanas diferentes. Pero la dirección en la que se mueve el ser humano influye en estas células. La mayoría de las células sólo responden al movimiento del hombre hacia la oveja. Si el ser humano los ve lateralmente o en lauhana, la respuesta a estas células desaparece o disminuye (ver figura 3).
En otro área cerebral subcortical, el hipotálamo, encontramos grupos celulares capaces de identificar visualmente los alimentos. Estas células responden al ver alimentos conocidos y no al olor de esos alimentos ni a objetos que no son alimentos. Cuanto más nos guste el alimento, más respuesta darán estas células. Y al revés, cuando el animal quiere dejar de comer un determinado alimento, dichas células no responderán a la vista del alimento.
Diversos estudios han puesto de manifiesto que los procesos neurales que se dan en el cerebro de la oveja son similares a los que se encuentran en los monos y quizás en los seres humanos. Esto no significa que sean tan inteligentes como el mono o el hombre. Esto significa que la compleja tarea que realiza el cerebro para identificar algo es muy similar en las diferentes especies.
Otro principio importante que puede extraerse del tema a partir de los estudios realizados hasta el momento es que los procesos neurales que se llevan a cabo al identificar algo están muy cerca de los procesos que gobiernan las respuestas emocionales o comportamentales de la oveja. La oveja ve los objetos en el contexto de su importancia emocional o comportamental. Por ejemplo, algunas células dan una respuesta igualitaria al ver la cara humana y el extremo del perro. El significado emocional de estos dos elementos es similar, aunque la apariencia física sea distinta.
El análisis visual de estas imágenes se ve influenciado por las posibles consecuencias emocionales o de comportamiento de determinadas imágenes. Para que esto ocurra, debe existir una compleja interacción entre las zonas del cerebro que controlan ambos procesos.
El aprendizaje, por supuesto, juega un papel importante en la clasificación de los objetos por el cerebro. En la actualidad, por ejemplo, se están investigando las consecuencias del crecimiento de animales con anzuelos sin cuernos. ¿Tiene un cordero sin experiencia con animales con cuernos una célula que responda a los extremos con cuernos? Si no lo tiene, ¿cuánto tiempo tardará en desarrollar dichas células?
Si podemos comprender cómo el aprendizaje modifica los procesos sensoriales de las imágenes y la interacción entre respuestas emocionales y de comportamiento, también puede ser beneficioso para la medicina. En las personas que sufren esquizofrenia o autismo, a menudo se produce una ruptura entre la identificación y respuesta adecuada de objetos e individuos. Si sabemos cómo el aprendizaje afecta a la integración de estos dos procesos, en el futuro podemos llegar a comprender mejor dichas alteraciones.
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