En el ojo ajeno
2006/01/19 Carton Virto, Eider - Elhuyar Zientzia
El mismo lunes se abre un nuevo caso en Noruega. Al parecer, es un fraude el artículo publicado el pasado año en la prestigiosa revista The Lancet, el principal investigador del Hospital del Radio de Oslo, referente en investigaciones sobre cáncer. En el artículo se concluía que los antiinflamatorios no esteroides disminuían el riesgo de padecer cáncer de boca, mientras que su administración aumentaba el riesgo de padecer enfermedades cardiacas. Para ello, analizó los datos de 900 personas, pero todo parece acertar. Este investigador se encargó de falsear datos sobre la edad, el peso, el sexo, el diagnóstico y el uso de medicamentos de todas estas personas.
Cuando esto ocurre, nos vienen a la mente muchas preguntas. ¿Por qué lo han hecho? ¿Las revistas no acreditan la validez de las investigaciones publicadas? ¿Y las instituciones científicas no controlan a sus investigadores? Y es que el fraude ha sido cometido por determinados investigadores, pero ha fallado todo el sistema.
Lógicamente, el debate sobre los sistemas de control no es nuevo. En las situaciones de estos días toca lo más alto, pero también en menor grado. Los artículos publicados en revistas científicas pasan por manos de expertos en esta materia antes de su publicación. El autor que ha presentado la investigación no sabe quiénes son los expertos y ellos tampoco se conocen, al menos en teoría. De esta forma se pretende garantizar la independencia y objetividad del juez.
Estos expertos analizan la corrección de los artículos, pero el proceso de valoración se basa en la confianza en los investigadores. Es decir, no se cuestiona que el investigador haya realizado los experimentos que presenta. De eso se ha valido la revista Science para intentar justificarse.
La revista Nature también ha hablado largo y tendido sobre el tema en las editoriales, pero sin llegar por completo al toro. En uno habla de la ética de los investigadores y en el otro da las gracias a sus jueces. Hwang ha calificado a Hwang como el primer gran fraude en la "era de la biología patentada con mucho cuidado", y ha recordado que "esta es una época en la que los investigadores pueden recibir una gran cantidad de dinero y no ha dicho ni media palabra, por ejemplo, sobre la intensa competencia de publicar en revistas 'grandes'. Y es que en muchos casos es tan importante -o más importante- como lo que se ha publicado. La victoria es ver el propio artículo en Science , Nature , Cell , The Lancet, etc. Prueba de ello son los miles de artículos que cada año reciben estas revistas; o la atención que los que trabajamos en estos medios prestamos a lo publicado en ellas.
Como ejemplo de esta competencia se citan siempre los estudios biomédicos. Los investigadores deben publicarse en una prestigiosa revista y ser, además, los primeros. Es importante adelantarse al resto de personas que trabajan en el mismo ámbito, ya que entre miles de artículos las revistas no tienen espacio para dos similares. Y una estrategia eficaz para ser el primero es hacer el trabajo en silencio. Un dato significativo es, por ejemplo, el que la propia revista Nature hizo público en un estudio publicado en 2003: Entre 1966 y 1998 el porcentaje de científicos que no querían hablar por unanimidad de su investigación aumentó del 50% al 74%. Por otra parte, el árbitro objetivo es un árbitro que suele estar presente en muchas ocasiones y que puede ser influenciado por envidias personales y profesionales...
Los editores más grandes han respondido de forma corporativa por el momento. Y lo mismo que se dice de la democracia: el proceso de valoración de los artículos no es perfecto, pero es lo mejor que han encontrado hasta ahora. Seguramente sí, pero...
Publicado en Berria