Fondo de depresión
2007/02/01 Rementeria Argote, Nagore - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa Iturria: Elhuyar aldizkaria
Imanol Kerejeta es psiquiatra del Hospital de Donostia y desde su consulta pasan muchos pacientes depresivos. Según Kerejeta, "la tristeza patológica debe durar al menos dos semanas y ser profunda, interna". Este es el síntoma más evidente, pero existen otros síntomas para diagnosticar la depresión. Existen unos criterios para el diagnóstico; "hay una lista de síntomas y si se tienen cuatro o cinco de estos síntomas se dice que es una tristeza patológica: problemas de sueño, problemas de apetito, pérdida de peso, pérdida de libido, falta de ganas de hacer cosas cotidianas, ausencia de cama, falta de ánimo...".
Los psiquiatras trabajan cara a cara con la enfermedad, ven las emociones y los síntomas del paciente e intentan curarlos. Pero los psiquiatras no están solos en la lucha contra la depresión, entre ellos los neurólogos. Para Kerejeta, "hay que ampliar la relación de la psiquiatría con la neurología. Tanto los neurólogos como nosotros tenemos el mismo lugar de trabajo: el cerebro. Pero nosotros lo estudiamos desde una perspectiva emocional, estamos preparados para ello". Y los neurólogos estudian la perspectiva fisiológica.
Los neurólogos tienden sobre todo al sistema cerebral límbico. El sistema límbico se encarga, entre otras cosas, de las emociones, el deseo sexual y la respuesta al estrés. El sistema límbico está formado por varias estructuras. Por un lado están la amígdala y el hipocampo, que controlan emociones como el miedo. Y por otro lado, el hipotálamo, que además de regular el sueño, el hambre, el deseo sexual y la protección contra el estrés, también controla la glándula pituitaria y, por tanto, regula diversas hormonas.
Las hormonas y el sistema endocrino en general también investigan para conocer la depresión. De hecho, algunos pacientes depresivos, a pesar de disponer de glándulas endocrinas sanas, han observado niveles hormonales no habituales en la sangre. Y creen que es posible que la falta de hambre o de sueño de los enfermos sea consecuencia de ello.
Al hilo de los antidepresivos
Muchos avances se han realizado tirando del hilo de los antidepresivos para saber qué es básicamente la depresión. Es decir, ver que un medicamento tiene un efecto antidepresivo y buscar los cambios que ha producido en el cerebro, las 'mejoras' que ha realizado. Seguir la historia de los antidepresivos es casi mirar a la historia del conocimiento de la depresión, que va unida.
Este antidepresivo era un inhibidor de la monoamino oxidasa y los antidepresivos que venían por detrás utilizaban la misma estrategia, es decir, regulaban el nivel de los neurotransmisores noradrenalina y serotonina cerebral. Conociendo la estrategia bioquímica de aquellos primeros antidepresivos, quedó claro que la depresión era una enfermedad mental y se dieron cuenta de que, debido a la presencia de neurotransmisores, en la base había una disminución de las conexiones entre las neuronas del cerebro.
Pues en la misma época encontraron otro tipo de antidepresivo. Al azar, ya que en un estudio de fármacos antipsicóticos se dieron cuenta de su efecto antidepresivo. Era imipramina.
Los antidepresivos del mismo grupo que vinieron al hilo de la imipramina eran más eficaces que los anteriores, pero tenían efectos secundarios desagradables (sequedad de boca, empañamiento de la vista, amortiguación de la cabeza...); tanto ellos como éstos eran peligrosos si se tomaban a altas dosis o se mezclaban con otros medicamentos; y teniendo en cuenta que algunos enfermos depresivos suelen tener ocurrencias de suicidio, era importante que los medicamentos seguros.
Con esta intención, vinieron los inhibidores de la recuperación de la serotonina. Estos también ayudaban a mantener los neurotransmisores (en este caso la serotonina) a un nivel adecuado. La primera fue la zimelidina, a la que siguieron fluoxetina (más conocida como Probac), paroxetina y el resto.
Estos son los antidepresivos más utilizados en la actualidad (estos y otros inhibidores que han venido por la misma vía: el de la recuperación de la noradrenalina y los comunes, la serotonina y la noradrenalina). Son muy eficaces, mejoran el estado de ánimo del paciente pero la sobredosis no es tan peligrosa y los efectos secundarios son mucho más llevaderos. Conociendo el efecto fisiológico de estos antidepresivos, constituyeron la primera teoría sólida para explicar la depresión.
Teoría clásica
La teoría clásica se llama teoría monoaminérgica de la depresión. Monoaminérgico por corresponder al sistema monoaminérgico, es decir, a los neurotransmisores monoamina. Según esta teoría, la clave de la eficacia de los antidepresivos está en los neurotransmisores, ya que ayudan a mantener el nivel de neurotransmisores en la sinapsis neuronal. En consecuencia, la depresión es un desequilibrio de neurotransmisores, sobre todo de serotonina y noradrenalina.
Pero a medida que van apareciendo más antidepresivos, los expertos han descubierto que esta teoría no es del todo exacta. Hay tres razones principales para decirlo. En primer lugar, algunos antidepresivos no afectan al sistema monoaminérgico. En segundo lugar, algunos compuestos que ayudan a mantener los niveles altos de neurotransmisores no tienen efecto antidepresivo sobre los pacientes. Y, en tercer lugar, el efecto de los antidepresivos que mantienen los niveles de neurotransmisores se manifiesta unas semanas después del inicio del tratamiento, aunque afecta de forma casi inmediata al sistema monoaminérgico.
Por lo tanto, los neurotransmisores no tienen la llave de todo: la depresión es una situación muy compleja. Y han observado que, además de las alteraciones de los neurotransmisores, también se producen alteraciones morfológicas y funcionales en diversas partes del cerebro, especialmente en el hipocampo. Por ejemplo, se pierden las células, se reducen las dendritas y receptores de las neuronas, etc.
Camino del estrés
Tampoco es fácil determinar el origen de la depresión. En algunos casos han visto que está relacionado con el estrés. Tras una situación de estrés, se dan cuenta de que a veces llega la depresión. Esta situación de estrés puede ser grave (acoso laboral, violencia doméstica, muerte de un familiar...), pero no tiene por qué ser así.
Sea cual sea el motivo, cuando una persona se estresa, está muy activa y, por tanto, tiene problemas para dormir, anorexia (no hay hambre), etc. El estrés afecta a todo el cuerpo y sobre todo al cerebro. En cierto modo, el medio se encuentra en desequilibrio bioquímico. Pues parece que el cuerpo, tratando de hacer frente a este estrés, se adapta al desequilibrio y en ese esfuerzo puede llegar a una situación de depresión.
Como se ve, la depresión es mucho más compleja de lo que se pensaba en un principio, tiene varios orígenes y los síntomas podrían ser muchos. También es posible que en la base no todas las depresiones sean iguales --de hecho existen varios tipos de depresión-. Por ello, la investigación sobre la base de la depresión es fundamental para la búsqueda de tratamientos adecuados, como medicamentos más eficaces. Así, el campo de investigación de la depresión se ha ampliado considerablemente. La Universidad del País Vasco, por ejemplo, está investigando la depresión a través de equipos multidisciplinares.
En el Departamento de Farmacología de Leioa, por ejemplo, en el grupo de Javier Meana, investigan la base fisiológica de las enfermedades psiquiátricas, entre ellas la depresión asociada al estrés. Para ello utilizan ratas, analizan directamente el cerebro humano mediante muestras, etc.
Pensamientos erróneos
Las tendencias a la depresión pueden ir escondidas en los genes, pero en gran medida se manifiesta en el carácter de la persona. Y es que quien tiende a la depresión suele tener pensamientos erróneos: se siente culpable, no se quiere a sí mismo, está preocupado porque cree que les duele a los demás, no tiene esperanza de mejorar... Este pensamiento no es nada sano y el paciente debe corregirlo si quiere curarlo.
Por ello, además del tratamiento farmacológico, muchas veces la psicoterapia es de gran ayuda. El paciente recibe el asesoramiento del psicoterapeuta. Él le envía ejercicios para que primero se fije en su forma de pensar y después tome la costumbre de tener una mentalidad más saludable.
No es tarea fácil para el paciente ni para el especialista que le somete a tratamiento. La depresión es una enfermedad compleja en sí misma y todos los pacientes son diferentes: síntomas, situación personal, fuerza interna y ayuda de los demás, todos ellos diferentes. En consecuencia, el psiquiatra también adapta el tratamiento a cada paciente. Están capacitados para ello.
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