Al perder un glaciar
2025/03/01 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

“El mensaje no es optimista, porque esta es la realidad. No empezaremos a cubrir los glaciares con sábanas blancas de plástico, como hacen en los Alpes. Cualquiera que sea el aspecto que miremos, este tipo de medidas no tienen sentido si no es seguir explotando pistas de esquí en un poco más. No hay nada que hacer”.
“La pérdida es irreversible. No es solo hielo, al perder el glaciar perdemos el registro histórico. A medida que se acumulan las capas de nieve, quedan atrapados restos orgánicos en el hielo: líquenes, hojas… Forman un libro de historia. Cuando el glaciar se derrite, toda esta información desaparece”.
Son palabras de los glaciólogos Eñaut Izagirre Estibaritz e Ixeia Vidaller Gayán, respectivamente. No esconden la crudeza de la situación ni la medida de la pérdida. El año 2025 ha sido declarado por la Unesco como el año internacional de la Conservación de los Glaciares, mientras que el 21 de marzo será el día internacional de los glaciares.
Ambos nombramientos tienen los mismos objetivos. El objetivo principal, según la UNESCO, es concienciar al público sobre el papel fundamental que los glaciares, la nieve y el hielo juegan en el clima y el ciclo hidrológico, así como de las consecuencias económicas, sociales y medioambientales de los cambios que se están produciendo en la criosfera de la Tierra. Desde el punto de vista científico, se trata de compartir las mejores prácticas y conocimientos relativos al área y tratar temas relacionados con la descongelación acelerada de los glaciares y sus consecuencias.
De hecho, Izagirre y Vidaller están en ello, centrándose en los glaciares más cercanos: Glaciares pirenaicos. Constituyen el grupo glaciar más grande de Europa del Sur y alcanzaron su máximo en la Baja Edad de Hielo. Sin embargo, desde 1850 se está perdiendo la superficie y el espesor. Al estar situados en el sur de Europa, los glaciares pirenaicos son muy sensibles a los cambios en las condiciones climáticas, por lo que tienen una gran importancia como geoindicadores del cambio climático. En este sentido, es significativo que la pérdida se haya acelerado o acelerado en los últimos tiempos.
Pérdida acelerada
A finales de 2024 ambos investigadores publicaron un estudio que demuestra la aceleración, junto con otros miembros en la revista Regional Environmental Change del Grupo Nature. En concreto, tras la pérdida de masa registrada en 2022 y 2023, el artículo describió el estado de los glaciares y confirmó que estos dos años representan un punto de inflexión especialmente duro.

Izagirre ha explicado que en 2011 se inició de forma sistemática la investigación sobre el glaciar de Monte Perdido y, posteriormente, se ha extendido a toda la cordillera del Pirineo. En este sentido, el apoyo tecnológico ha sido fundamental: “Ahora obtenemos datos mucho más detallados y mejor resolución, y la logística es mucho más fácil. Por ejemplo, antes íbamos a Monte Perdido con el escáner láser de tierra y recogíamos los datos del testigo. Era muy pesado y logísticamente no era fácil. Ahora, gracias a los drones disponemos de escaners láser aéreos y ortoimágenes de alta resolución que nos permiten obtener imágenes tridimensionales de toda la cordillera”.
“De hecho, en otros ámbitos ya se utiliza esta tecnología, pero es muy útil para nosotros. Gracias a ello, tenemos mapas topográficos de muy alta resolución”, añade Vidaller. “Así, si quieres conocer la evolución de los glaciares en un período de tiempo, basta con comparar imágenes de dos épocas y ver cómo han cambiado en ese periodo. Además de estos mapas, utilizamos otros métodos para recopilar datos, y analizando todos ellos, hemos observado que los glaciares han ido decreciendo año tras año, tanto en extensión como en espesor. En esta década se redujeron, aproximadamente, un metro por año. En 2022 y 2023, la disminución ha sido mucho más acusada: la pérdida de grosor se ha triplicado y, en algunos lugares, incluso cuadruplicado”, ha explicado Izagirre.
La pérdida también es evidente en la superficie. El estudio revela que los glaciares más grandes, que ocupan más de 10 hectáreas, han sido los que más han disminuido entre 2020 y 2023, perdiendo una media de 8,3 hectáreas. Es más significativo en términos porcentuales, ya que el glaciar de Ossau y el oriental de Maladeta han perdido más de una cuarta parte de su superficie: 30,3% y 36,6% respectivamente.
Impacto del cambio climático
Los investigadores también han descrito en el artículo las condiciones climatológicas de 2020 a 2023. “En contra de lo que muchos piensan, a los glaciares no les afecta tanto la cantidad de nieve que hace en invierno, sino cómo se mantiene en verano”, explica Vidaller. “En 2022 y en 2023, a principios de junio, el hielo ya empezó a aparecer, es decir, sobre los glaciares no había suficiente nieve para protegerse del deshielo. Posteriormente, durante el verano se sucedieron olas de calor fuertes, con temperaturas más altas de lo habitual y de mayor duración. Y, también en otoño, las temperaturas fueron bastante altas”.
“Hay que tener en cuenta que si la nieve se derrite rápidamente en primavera, todo acelera, incluso el efecto de los albedo se reduce”, añade Izagirre. Se denomina efecto albedo a la reflexión de los rayos solares que en caso de desaparición de la nieve el Sol calienta la roca del borde del glaciar, lo que también produce el deshielo independientemente de la temperatura del aire.
Izagirre ha recordado que, según los modelos, estas condiciones climáticas (primaveras avanzadas y olas de calor fuertes y largas) van a ser cada vez más frecuentes. “La situación no tiene vuelta atrás, y aunque los primeros pronósticos decían que los glaciares se perderían a mediados de siglo, ahora estamos viendo que podría suceder en un plazo más corto”.
Además del calentamiento, Vidaller ha mencionado otro factor relacionado con el cambio climático: Polvos del Sahara. Por el cambio climático, prevén que esto también suceda con más frecuencia, y han visto que afecta mucho a los glaciares: “No solo por el albedo, ya que el polvo oscurece la nieve y el hielo, sino también por su influencia en la estructura”.
Interacción entre factores
Así lo demostraron los investigadores del centro BC3, que investiga el cambio climático, en un estudio publicado en la revista Annals of Glaciology en noviembre de 2023. La investigación se llevó a cabo en el glaciar Monte Perdido y se puso de manifiesto que las impurezas del hielo han remodelado la microestructura del hielo, han cambiado la dinámica y han acelerado la degradación del glaciar.
Se ha centrado en una sección de 20 cm de un núcleo de hielo de 2017 marcado con una capa de impureza de color marrón-rojizo. Según los investigadores, a más partículas, más pequeñas e irregulares (menos redondeadas) aparecen. Numerosos estudios previos en el hielo polar indican que este cambio estructural facilita el movimiento interno del glaciar. De ahí se deduce que, incluso en Monte Perdido, estos cambios microestructurales pueden acelerar el flujo del glaciar hacia zonas más cálidas y bajas, lo que provocaría una mayor rapidez en el deshielo.
También se confirmó que las partículas que se encontraban en el núcleo de hielo del glaciar Monte Perdido procedían del desierto del Sahara, y Vidaller ha recordado que en 2022 la llegada de la bruma de polvo del Sahara también fue notable en los Pirineos. Por lo tanto, el cambio climático afecta más que por el aumento de las temperaturas. “Es por la interacción de todos los factores”, ha insistido.
Por otra parte, también existen factores protectores. Izagirre ha dado algunos ejemplos: “Son factores topoclimáticos. La misma topografía, que el lugar sea sombrío o denso, que la superficie esté cubierta de higa o sedimento, que se quede en la zona de viento… En estos casos, cuando se produzca una nevada o una avalancha, puede ocurrir que se acumulen más nieve y que el glaciar se mantenga mejor. En el último año, por ejemplo, hemos visto esto: los glaciares de circos escarpados y sombreros son los que mejor han resistido a la masa, mientras que los que están en lugares más amplios, como los glaciares de Aneto y Ossoue, han sido los que más han perdido”.

No obstante, ha aclarado que los que han resistido la situación tampoco la han resistido, ya que están en equilibrio. “Es decir, no es porque el balance entre el hielo que han ganado y el que han perdido haya sido cero, sino porque están subiendo a cota. Y en la actualidad se encuentran en la cota más alta que puedan resistir. No pueden trepar más arriba, porque en las cumbres les da el sol. Es decir: permanecen donde pueden resistir y, además, no pueden subir más”.
Las conclusiones de los investigadores son claras y se ajustan a los pronósticos teóricos. “Al final, los Pirineos son el reflejo de lo que va a venir”, ha advertido Izagirre.
Fenómeno global
Izagirre puede confirmar por primera vez que la fusión de los glaciares no se limita a los Pirineos. De hecho, se está investigando en la Patagonia la tercera mayor masa de hielo de la historia de Sudamérica. “Más del 90 % del hielo terrestre se encuentra en la Antártida y Groenlandia. El resto se localiza en las cordilleras más altas del planeta, en las áreas subvasolares del Alto Ártico y en la periferia del territorio subártico, y en todas se está observando una aceleración general de la fusión de los glaciares. Y los balances más negativos están teniendo lugar en la Patagonia”, ha dicho Izagirre.
Explica también por qué: “No tiene el mismo volumen de hielo que las cordilleras más altas, como el Himalaya, el Karakorum o el Alaska, y está perdiendo más de un metro al año en espesor. Además, llega al mar, y además del contacto con el agua del mar, existen otras dinámicas que degradan el glaciar: la geometría del fiordo, las caídas…”
Ha habido excepciones. Izagirre ha señalado que en algunas zonas del Karakorum se están produciendo de forma repentina transferencias masivas muy elevadas, lo que está provocando balances positivos en determinadas zonas. “Pero en la mayoría de los casos, en más de 9 de cada 10, se están derritiendo y retrasando”.
Algunos han desaparecido ante nuestros ojos. Según Naciones Unidas, entre las pérdidas que se han producido en los últimos años se encuentran el glaciar Pizol (Suiza, 2019), Sarenne (Francia, 2023), Anderson (Estados Unidos, 2015) o Martial Sur (Argentina, 2018), entre otras. Izagirre ha añadido los glaciares tropicales a la lista de los glaciares que están desapareciendo, algunos ya perdidos y otros en estado crítico: Tanzania (Kilimanjaro), Venezuela, Colombia…
Lo que se pierde

“Cuando se pierde un glaciar, se pierde más que el hielo”, ha subrayado Vidaller. Pero también ha explicado lo que se crea: “Cuando los glaciares retroceden, aparece lo que llamamos roca madre, el sustrato litológico que había debajo del hielo. También se pone de manifiesto la morfología de los glaciares. Se trata de valles en forma de U-bahn que se inundan tanto por la formación de hielo en fusión como por la lluvia. Y se forman los vados. Ejemplo de ello es el ibón Innominato, en Aneto. Además, estamos viendo que el suelo también se genera muy rápidamente. Al fin y al cabo, la materia que llevaba el glaciar se va acumulando en el fondo y genera un sedimento. Así, en dos o tres años es posible que haya un poco de suelo, con sus plantas, bacterias…”
Pero no solo se crea, sino que se destruye, y Vidaller también se ha referido a eso: “Cuando el hielo desaparece, se produce un efecto descompresivo en las rocas. De alguna manera, respiran, y se producen caídas y caídas”.
Izagirre añade lo que le ocurre al permafrost de la pared: “No es un permafrost en Siberia o en Alaska, sino un alpino o de pared. En definitiva, todas las rocas, ya sean graníticas, metamórficas o sedimentarias, tienen poros o fracturas, y el agua queda helada en las grietas. Al aumentar la temperatura, el agua se derrite y este cambio de volumen provoca crioclastia o gelifracción. Esto supone romper la roca y estar en caída”.
Como consecuencia de todo ello, algunas de las rutas habituales de alta montaña se han vuelto más peligrosas que antes; la ruta normal de Aneto, el norte de Monte Perdido… Sin duda, para los montañeros esto también es una pérdida importante.
Al hablar de lo humano, sin embargo, Vidaller ha dado especial importancia a la concienciación: “A algunos no les importa nada perder los glaciares. Hay quien se alegra porque el cramponi no lo necesita. Pero creo que deberíamos aprovechar esta pérdida para advertir del cambio climático. De hecho, no es fácil darse cuenta de que el clima está cambiando, porque es un proceso largo. La pérdida de los glaciares se está produciendo en nuestra vida y es una evidencia clara para que la gente entienda que es consecuencia del cambio climático”.
Incluso para aquellos que responden que los altibajos de la temperatura de la tierra son cíclicos, Vidaller tiene evidencias indiscutibles, ya que también investiga el paleoclima. Dice claramente: “Es cierto que el clima de la Tierra cambia de forma cíclica, pero si miramos a qué escala y a qué velocidad se produce el cambio, no ha habido en la historia de la Tierra nada parecido a lo actual. Por ejemplo, hace 11.700 años se produjo el último cambio climático violento y fue muy rápido, uno de los más rápidos que se conoce. Este cambio se produjo entre 1.000 y 1.200 años. Lo que ahora está sucediendo a nuestra escala del tiempo”.
