Monstruo bajo los pies
2001/03/25 Mendiburu, Joana - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa
Grande y parásito asesino fuerte, pero al abrigo de la corteza terrestre, hasta hace pocos años no había ni rastro de la existencia del hongo Armillaria ostoyae, que vive bajo las patas. En condiciones normales su tamaño es relativamente pequeño, pero en casos especiales puede llegar a extenderse desproporcionadamente. Su desarrollo se debe a una extensión lenta pero intensa de filamentos y, como es normal, a mayor tamaño del organismo, mayor necesidad de alimentación. Pero no penséis que morirá el hambre. No, no antes de eso, les atará a las raíces de los nuevos árboles y les absorberá toda la materia orgánica.
De pronto, todos los árboles que rodean el punto infeccioso acaban siendo víctimas del hongo. Basta con que al aumentar las raíces del árbol pongamos en contacto con los filamentos del hongo para que sean contaminados.
Este gigantesco hongo subterráneo segrega de los filamentos una enzima para digerir la materia orgánica. El hongo pasarino no permite al árbol recoger el alimento que encierran sus raíces y se va debilitando lentamente.
Para saber si un árbol o bosque está infectado, basta con hacer un retiro hacia otoño y ver si hay hongos amarillentos al pie de los troncos de los árboles. Sin embargo, quien no quiere esperar hasta el otoño puede observar si hay filamentos blancos debajo de la piel del tronco o si las copas tienen un color amarillento, rojizo o marronáceo.
No queda nada
Este hongo cuenta con un patrocinador que nunca falla y que ayuda a combatir cualquier tipo de ataque. Este protector no es más que la corteza terrestre y lo protege tanto de las altas temperaturas como de los venenos químicos. Por ello, los rayos solares y los incendios forestales no matan y los tratamientos químicos sólo son eficaces en su medida.
Ataca principalmente a especies coníferas como pino, abeto, alerce y ciprés. Además, parece que los árboles jóvenes son los que más se mueren por la enfermedad. Los más mayores se resisten más tiempo, pero aunque los hongos no matan, quedan totalmente debilitados, sin fuerzas para combatir el ataque de fuertes vientos u otras plagas.
En los bosques europeos y norteamericanos hay unas 40 especies del género Armillaria. En algunos casos, el tamaño de este hongo es enorme. Uno de los descubrimientos más famosos de este gigantesco hongo subterráneo, fue realizado en 1992 junto a Crystal Falls (Michigan). Realizando un análisis genético de los hongos encontrados en los bosques cercanos, se detectó que el hongo (y no los hongos) se hallaba extendido en 15 hectáreas.
Pocos meses después, este descubrimiento quedó pequeño en el Estado de Washington al encontrar un hongo extendido en 600 hectáreas. Sin embargo, esta última tampoco es accesible para el libro Guiness. La investigadora Catherine Parks encontró en 1998 el mayor bien conocido por el momento, con una extensión de 900 hectáreas. Calculan que tiene unos 2.400 años y aún no saben su peso.
Los habitantes de la zona se habían dado cuenta de que los árboles de la zona tenían alguna enfermedad, pero antes de realizar los análisis genéticos, ¡nadie hubiera imaginado que era la única entidad!
Solución difícil
Por su interés en la investigación cuando el hongo crece de forma espectacular, no conviene que todos los hongos mueran de raíz, pero lo cierto es que esta invasión no hace mucha gracia a los guardas forestales y a los productores de madera. Desgraciadamente, por su protección no parece nada fácil atacar al hongo.
En primer lugar, todos los tratamientos que se proponen son altamente cariñosos. Los tratamientos químicos, por el elevado número de productos químicos a distribuir, no son soluciones adecuadas. En muchas ocasiones, no hay otra solución que sustituir a los árboles infectados, introduciendo en la medida de lo posible las especies que más fuerza tienen para hacer frente al hongo.
Si se pretende erradicar el hongo, no basta con talar los árboles. Hay que levantar todo el terreno con excavadores para eliminar las raíces infectadas y poner el hongo al sol. Parece que el hongo muere poco después de quitar la protección que le da la oscuridad. Por supuesto, si el hongo está extendido en cientos de hectáreas y sumergido a tres metros de profundidad, no es tarea fácil. Además, la adopción de esta medida rigurosa no garantiza que haya desaparecido definitivamente.
Por otro lado, es imposible pensar que la epidemia va a quedar en sí misma. De hecho, los árboles muertos hace medio siglo siguen teniendo la capacidad de contaminar y es un hongo con capacidad de contaminar el subsuelo de todo un bosque a lo largo de los siglos. A la vista de ello, está claro que el tiempo está a favor del hongo.
Sin embargo, parece que los investigadores no sólo buscan el hongo más grande para romper los récords. Debido a las múltiples investigaciones, al final parece que la solución vendrá de la mano de un equipo de investigación de la Universidad Purdue. Según este grupo, las plantas pueden ser capaces de autodefenderse. Para ello, las plantas deben colocarse en condiciones adecuadas para el lanzamiento de una sustancia química. Esta sustancia les induce a suicidarse las células del hongo.
Todavía no han concretado demasiado esta idea y queda por ver en qué situación deben colocarse las plantas, pero si son capaces de dar una solución antes de morir más bosques.
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