Némesis o buscando un amigo para el sol
1986/04/01 Arregi Bengoa, Jesus Iturria: Elhuyar aldizkaria
Lo que Voyager II nos demuestra casi a diario que aún no conocemos bien el sistema solar, es la información que nos manda sobre los planetas exteriores. Sin embargo, eso ya lo sabíamos, pero muchos no esperábamos que no se conocieran los componentes del Sistema Solar.
En el segundo cuarto de siglo, el debate fue bastante intenso cuando el décimo planeta era post-plutónico y no lo era. La necesidad de este planeta se planteó a la luz de algunas anomalías observadas en la órbita de otros planetas y del cometa Halley. No obstante, los resultados de las observaciones realizadas sobre la órbita calculada entre 1930 y 1945 fueron negativos, por lo que se descartó la hipótesis.
Más adelante, la lista de componentes del Sistema Solar se extendió por millones de cometas en la nube que Jaan Oort había previsto para explicar el origen de los cometas. Como es sabido, esta nube estaría a uno o dos años de luz del Sol y los cometas vendrían de la misma, después de haber cambiado la órbita por alguna perturbación que haya sufrido. Esta hipótesis ya se comentaba en el número anterior al hablar del cometa Halley. En esta ocasión le daremos una forma más concreta, limitando el origen de la perturbación y comentando a la vez la existencia de otro componente posible del Sistema Solar.
Este protagonista, aunque pueda sorprender, sería una estrella más; una estrella que, junto con el Sol, formaría el sistema binario y que se conoce como Némesis. Pero vamos a ver las razones que han dado lugar a esta hipótesis.
La historia comenzó a finales de la década pasada con mediciones realizadas por Walter y Louis Álvarez, Frank Asaro y Hellen Michell sobre la distribución del iridio en la superficie terrestre. Como resultado de estas mediciones, los científicos citados tuvieron la oportunidad de afirmar que, a veces, había estratos con una concentración muy elevada de iridio, que no podía ser su origen terrestre.
Pudieron limitar la edad de algunos de estos estratos. Uno era de 65 millones de años. El dato que permitió relacionar la abundancia anómala del iridio con otro fenómeno que la paleontología no había aclarado fue el de la desaparición del 70% de los tiranosaurios y otros seres vivos. ¿Cuál puede ser la relación entre fenómenos tan diversos?
Esta es la idea. Como se ha mencionado anteriormente, el origen del porcentaje de iridio de los estratos no se puede encontrar en la Tierra. Siendo esto así, debemos reconocer que en épocas en las que aparecen estos estratos especiales, la Tierra se precipitó como consecuencia de la colisión con otros objetos. Estos choques provocaron varios tipos de polvos y restos, por lo que permanecieron en la atmósfera durante muchos años antes de que volvieran a aterrizar, mientras la Tierra se oscureció totalmente. Evitaron las reacciones de la fotosíntesis, provocando la muerte de muchas plantas y animales. Este efecto es el mismo que ha aparecido en los últimos años al analizar las consecuencias de una guerra nuclear y se llama "invierno nuclear".
Esta hipótesis creada por los científicos mencionados es, sin duda, coherente. Pero si no hubiera pruebas en su favor, no sería fácil aceptar. Vamos a ver a continuación pistas teóricas. Tras plantar el problema como hemos visto anteriormente, Walter Alvarez, Richard A. Muller, Mark Davis y Piet Hut trataron de localizar los cráteres que podrían formar las citadas colisiones.
Entre los analizados, algunos presentaban dos peculiaridades: por un lado eran muy antiguos y, por otro, eran demasiado grandes para ser creados por volcanes. Por lo tanto, estos cráteres se consideraron como consecuencia de los choques que mencionaba la teoría.
Pero aún tenemos un problema muy importante en la necesidad de aclarar, ¿cómo o con qué cuerpo se produjo el choque de la Tierra? ¿Cómo puede explicarse la repetición periódica de las capas con alto porcentaje de iridio? Para dar una explicación, no podemos pensar en los choques con asteroides o meteoritos, que se producen por casualidad y nunca de forma periódica. ¿Dónde encontrar ese fenómeno periódico que requiere nuestra teoría en el Sistema Solar?. Respuesta R. A. Muller y W. Las investigaciones de Alvarez sobre estrellas similares al Sol dieron lugar.
Según las observaciones de estos científicos, muchas estrellas parecidas al Sol, quizás más de la mitad, aparecen en sistemas binarios, es decir, en sistemas de dos estrellas que se mueven uno alrededor del otro. Por lo tanto, no es un despropósito que el Sol también piense en una estrella amiga que hasta ahora no podemos ver. Si aceptamos esta posibilidad, para los colisiones se impone el origen natural: en un momento concreto en el que la estrella se movía en su órbita, pasaría por las proximidades de la nube de Oort formada por los cometas y su campo de gravedad desviaría las órbitas de miles de cometas hacia el interior del Sistema Solar. Norma podría ser el choque de algunas de estas cometas contra la Tierra, produciendo todas las consecuencias descritas anteriormente.
Esta es, en general, la historia de este nuevo amigo del Sol, llamado Némesis. Según la periodicidad de las capas que presentan riqueza de iridio, Nemesis cumpliría una gira cada 28 millones de años aproximadamente. Según los estudios geológicos, la última vez que pasó cerca de las nubes de Oort hace 14 millones de años, creará una catástrofe similar dentro de otros 14 millones de años, cubriendo el cielo con polvo y desapareciendo muchas especies de vida.
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