¿Quién es más absurdo?
2006/11/08 Carton Virto, Eider - Elhuyar Zientzia
Ha hecho la propuesta muy en serio. Según él, es posible que entre el Sol y la Tierra se coloquen pequeños discos, tan ligeros como las plumas. El disco se compone de materiales transparentes que refractarán la luz del sol y serán capaces de desviar el 2% de la radiación que emite el Sol a la Tierra. Según los cálculos de Ángel, esto compensaría el calentamiento provocado por la duplicación del nivel de CO 2 en la atmósfera. ¿Absurdo?
La mayoría de nosotros responderíamos que sí. Ángel, sin embargo, lo ha calculado todo con bastante precisión. Cuántos discos son necesarios, cómo, cómo se proyectarán y colocarán en el lugar, qué tecnología se utilizará, cuánto tiempo y cuánto dinero será necesario para poder hacerlo. La idea la presentó el pasado mes de abril en la Academia de las Ciencias de Estados Unidos y en julio ganó una bolsa de dinero del Instituto de Conceptos Avanzados de la NASA para avanzar en la investigación. Ahora ha publicado los detalles del proyecto.
No es la primera intención de colocar una barrera entre el Sol y la Tierra. En 1989 se propuso un escudo de 2.000 kilómetros de diámetro. Para ello, lo primero que teníamos que hacer era colonizar la Luna, ya que allí había que construirla y tirarla del escondite.
Otra idea antigua es enriquecer la atmósfera con azufre para imitar el fenómeno observado con las erupciones volcánicas. De hecho, el azufre de la estratosfera refleja los rayos del sol, con lo que la Tierra se enfría. La idea es antigua y nunca se ha tomado en serio, pero el pasado verano la recuperó el premio Nobel de Paul Crutz. El Premio Nobel de Química de Crucis ha sido recibido por sus investigaciones sobre el ozono y, según él, ha retomado esta idea por la falta de iniciativas internacionales para reducir los gases de efecto invernadero.
Pero a pesar de recibir el apoyo de un recompensado Nobel, estos proyectos de geoingeniería tienen poco seguidor y credibilidad en la actualidad. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los 70, Estados Unidos y la Unión Soviética invirtieron mucho dinero en proyectos de control y manipulación del clima (lo veían como un arma de guerra), pero desde entonces están totalmente desorientados. Además, independientemente de que sea posible o no hacerlo, los proyectos de geoingeniería no son políticamente correctos; la esperanza de soluciones tecnológicas sofisticadas puede hacer que la sociedad se calme, pero sobre todo las que son escépticas del cambio climático las utilizan a menudo.
Precisamente con esta reflexión comienza el artículo sobre el tema escrito por el investigador de la NASA Gavin Schmidt en el blog RealClimate, que hace tiempo se ha convertido en un espacio de referencia sobre cambio climático. No ve futuro a la propuesta de Crutzen, y se sirve de una analogía que desarrollaré maliciosamente un poco más para explicar las causas.
Schmidt compara el clima con un barco en alta mar. En la comparación se indica que el riesgo de vuelco del buque es finito en condiciones normales, pero aumenta si uno de los pasajeros se pone de pie y el barco comienza a moverse bruscamente. En esta situación, otro pasajero de la embarcación propone una solución al riesgo: neutralizar mediante un sistema basado en la dinámica caótica el movimiento del pasajero en pie y el producido por las olas. Pero para ello se necesita un montón de sensores y una enorme capacidad de computación, y además no puede asegurar la estabilidad total del envase, e incluso, al no haberse probado nunca el sistema, es posible que la situación empeore. Schmidt concluye el artículo con una pregunta: ¿seguiremos con esta estrategia de lucha contra el cambio climático? ¿O vamos a sentar al pasajero que va de pie?
Que se sienta, claro. Sin duda. Ángel y Crutzen también han dicho lo mismo. Y yo también. Y casi todos. Lo cierto es que todos los que están de pie en la nave del clima están envueltos en Nairobi, y hablan por enésima vez de sentarse, y alguno no admite que esté de pie.
Publicado en el diario Berria.