Rudolf Virchow: medicina para la sociedad
2021/12/01 Etxebeste Aduriz, Egoitz - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria
Tenía veintisiete años cuando se fue a Silesia Alta. Quien lo vio lo marcó para toda la vida. A 500 km de su laboratorio de Berlín, vio morir a sus compatriotas con tifus y hambre. Fue a petición del Gobierno, porque iban a tener que actuar ante esta epidemia de tifus. Estuvo allí tres semanas. En un informe recogió en detalle la situación y propuso soluciones: “Se puede resumir en tres palabras: democracia plena e infinita”.
Rudofl Virchow era médico. Y aunque fuera joven, ya tenía nombre. Realizó importantes investigaciones en el hospital universitario Charite, en Berlín. Describió la leucemia y la inscribió un par de años antes y estudió los problemas cardiovasculares, incluyendo los términos trombosis y embolia.
El Gobierno de Prusia esperaba soluciones más médicas. Pero Virchow vio claro que el problema era sobre todo social. Ante la epidemia, un colectivo polaco minorizado y empobrecido, la educación, la libertad y la prosperidad de sus hijas, fue la receta del joven médico. “Compruébalo bien: no se trata de tratar con medicamentos a un paciente con tifus o de regular alimentos, viviendas o ropa. Se trata de una cultura de millones y medio de ciudadanos que se encuentran en el nivel más bajo de degradación moral y física. Con el millón y medio, las medidas atenuantes no sirven. Si queremos solucionar la situación debemos ser radicales”.
Y estas propuestas radicales de Virchow eran, entre otras, la educación en la lengua materna (polaco), la oficialización del polaco, el autogobierno democrático, la separación de la iglesia y el estado, la eliminación de impuestos a los pobres y la imposición a los ricos, la creación de cooperativas agrarias y la construcción de carreteras.
A su padre le escribió: “Ahora no soy un hombre parcial, sino todo, y mis ideas médicas coinciden con mis ideas políticas y sociales. Como científico natural no puedo ser más que republicano”.
Nada más regresar de aquella dura experiencia, salió a las calles de Berlín para participar en el intento revolucionario de 1848. Y creó el semanario Medizinische Reform (Reforma Médica) para reivindicar la medicina social. Casi ella sola escribía toda la revista. “La medicina es una ciencia social y la política, en definitiva, es la medicina a mayor escala”, afirmaba. O: “Los médicos son abogados de los pobres”.
Por participar en las protestas fue expulsado del puesto de Charite y tuvo que abandonar Berlín. Se trasladó a Würzburg y en su universidad recibió la primera cátedra de anatomía patológica de Alemania. Allí publicó su obra más famosa: Die Cellularpathologie (Patología celular). En ese trabajo defendió que la base de las enfermedades está en las células y hizo famosa la frase omnis cellula e cellula: todas las células provienen de las células. No lo encontró él, sino un amigo que por ser judío tuvo que investigar a la sombra, Robert Remake; pero Virchow lo presentó como suyo.
En 1856 regresa a Berlín, donde fue director del Instituto de Patología que acababa de fundar en Charite en los próximos 20 años. Trabajó mucho en temas relacionados con la salud de los ciudadanos. Descubrió la trikinosis y gracias a ella comenzaron a inspeccionar la carne. Inventó la palabra zoonosis para enfermedades que pasaron de animales a personas. También describió y nombró la espina bífida. Escribió cerca de 2.000 artículos científicos.
No creía que los microorganismos causaran enfermedades. “Si vuelvo a vivir mi vida, haría todo lo posible para demostrar que los gérmenes no son la causa de la enfermedad de los tejidos, sino que eligen al tejido enfermo como hábitat”, afirmó. Y también se opuso a los consejos de lavado de manos de Ignaz Semmelweis.
Para Virchow, la teoría de los gérmenes era un obstáculo para curar y prevenir enfermedades y epidemias. Y es que pensaba que el origen de las epidemias era social, por lo que se necesitaban soluciones políticas: “Las epidemias son fenómenos sociales con ciertos aspectos médicos”.
“Todas las epidemias indican una carencia social”, señalaba. Según Virchow, las condiciones sociales inadecuadas hacían más vulnerables a las personas ante el clima, los agentes infecciosos y otros factores causantes. “Que los ricos recuerden que en invierno, cuando están sentados ante calentadores calientes, con manzanas de navidad a los más pequeños, esas manzanas y los cargadores que trajeron carbón de calefacción murieron en cólera. Es muy triste que miles de personas tengan que morir en la miseria para poder vivir unos pocos cientos”.
Y para prevenir y superar las epidemias, la transformación social era tan importante como la intervención médica. “El progreso de la medicina probablemente alarga la vida de los seres humanos, pero incluso mejorando las condiciones sociales podemos conseguir este resultado, mejor y más rápido”.
Proclamó que la salud era un derecho y representó un servicio sanitario público: una red de centros de atención sanitaria con médicos y personal remunerado por el Estado.
También trabajó en política. En 1859 fue elegido para el Consejo de la Ciudad de Berlín y miembro de Reithstage, de 1880 a 1893. Otto von Bismarck fue allí un ferviente rival del “canciller de hierro”. Una vez que denunció que el presupuesto militar fuera tan grande que no invirtió en la sanidad pública, el canciller se enfadó tanto que propuso un duelo a ese “medikutxa”. El médico rechazó la oferta.
Durante toda su vida investigó, impartió conferencias, escribió, editó, trabajó en política y luchó. No era un hombre parado. Nunca fue ni sería. A los 81 años saltó de un tranvía que todavía no se detuvo y rompió la cadera. Murió poco después.
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