Ciencia, azar y... ¡eureka!
2002/08/04 Carton Virto, Eider - Elhuyar Zientzia
Pues muchos descubrimientos han sido provocados por un imprevisto, como la penicilina, el velcro o la vacuna contra la viruela. Cuando la manzana Newtoni cayó sobre la cabeza nació la ley de la gravedad, y gracias a las patas de las ranas, Luigi Galvani sentó las bases de la neurofisiología XVIII. A finales del siglo XX. Al ver que las patas de rana colgadas de los hilos metálicos al entrar en contacto con la barandilla metálica se contraen, Galvani se da cuenta de la relación entre el movimiento muscular y los estímulos eléctricos.
Sin ir más lejos, los premios Nobel de Química del año 2000 encontraron por error plásticos conductores. En el laboratorio del investigador japonés Hideko Sirakawa utilizaron un catalizador mil veces más concentrado de lo esperado para sintetizar un polímero, obteniendo un plástico capaz de transportar electricidad. Era algo completamente nuevo en el mundo de los plásticos, y en la actualidad es un tema de investigación de primer orden. Los polímeros conductores tienen interesantes aplicaciones como material antiestático. También son apropiados para bombillas, pantallas de televisión y señales luminosas de circulación, ya que ahorran más energía y aportan menos calor que los materiales convencionales. Además, están muy relacionados con la electrónica molecular y pueden ser la base de ordenadores más rápidos y pequeños. Curioso, pero algunos creen que el XXI. La revolución tecnológica del siglo XX se debe a un error de medición.
Algo más que puro azar
El investigador Louis Pasteur señaló que ‘en el campo de la observación sólo ayuda al jefe que ha preparado el azar’, y no le falta razón, porque el suceso inesperado no sirve para nada sin la capacidad de sacar conclusiones de aquel. Por ejemplo, Alexander Fleming, el padre de la penicilina. El descubrimiento lo hizo en 1928, cuando la bacteria del estafilococo dejó la caja que estaba creciendo abierta y sin querer se contagió con el moho
Ese día se tomó un descanso de dos semanas y, a la vuelta de las vacaciones, vio que estaba cubierto de una lujuriosa caja. Pero no lo tiró a la basura y dio por perdido el experimento; descubrió que alrededor del moho no había bacterias y concluyó que el moho impedía el crecimiento de las bacterias. El moho era un hongo Penicillium notatum investigando en el laboratorio de la planta baja. La irritación en el laboratorio resultó beneficiosa para Fleming y para todos nosotros, en el siglo XX. La penicilina fue una de las grandes revoluciones de la medicina del siglo XX.
Está claro que la casualidad le ayudó mucho a Fleming a encontrar penicilina, pero ¿se puede decir que la encontró por casualidad? Fleming llevaba tiempo buscando sustancias que habían muerto pero que no producían daños en los tejidos humanos y tenía todos los sentidos atentos. Entre los científicos se utiliza el término serendipity para describir estas casualidades.
Es una palabra inglesa, que todavía no tiene traducción en euskera y XVIII. Nacido en el siglo XX. Fue utilizado por primera vez por el escritor inglés Horace Walpole en la carta escrita en 1754 a su amigo y amigo Horace Mann. En ella hablaba de la leyenda del reino de Serendip, situado en el actual Sri Lanka, y de los tres príncipes de la ciudad. Estos príncipes eran especiales porque en sus viajes encontraban respuestas a problemas y preguntas no pensadas. Y la capacidad de hacer todos esos descubrimientos se debe a su capacidad de observación y claridad. Horace Wallace describió con el término serendipity la sorprendente capacidad de los príncipes de Serendip y, en el siglo XX. A mediados del siglo XX, Walter B. El biólogo estadounidense Cannon utilizó la misma palabra para indicar el buen uso del azar que se realiza en la investigación científica.
Reivindicación de la investigación básica
En cuanto a la palabra serendipity, se recogen, por tanto, los descubrimientos debidos a la feliz combinación entre azar y ingenio. De hecho, habrá que reconocer que en el desarrollo de la ciencia los investigadores también han tenido algo de mérito, ¿no?
Aparte de Broma, estas cuestiones relacionadas con el azar son de gran interés para los investigadores en defensa de la ciencia básica. Se quejan de que tienen que anunciar qué es lo que van a hacer para subvencionar las investigaciones; están enfadados porque se descartan las investigaciones que no siguen un objetivo concreto y útil. Los intereses económicos denuncian que algunos temas se han convertido en estrellas, como el genoma, la biotecnología o ciertos campos de la medicina, mientras que la investigación básica, que se realiza sólo por conocimientos, no se cuida en absoluto.
Nada más anunciar cualquier descubrimiento, ¿para qué sirve? se hace la pregunta. Pero esta pregunta no siempre tiene respuesta. Es más, no tiene que tener respuesta. ¿Para qué sirve un bebé recién nacido? Benjamin Franklin le dijo a un hombre que estaba viendo despegar el primer globo guiado por el hombre como él. Estaban en París, en noviembre de 1783, y el mismo invento que tenía fascinado Franklin le pareció un poco inútil. Franklin realizó importantes aportaciones en el campo de la electricidad, quizá porque miraba las novedades de otra manera.
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