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Árboles y clima en el bosque y en la ciudad

2023/09/01 Astigarraga Urzelai, Julen - Bizi Zientzien irakaslea eta ikertzaileaAlcaláko Unibertsitatea | Olazabal Salgado, Marta - Ikerbasque ikertzailea eta Egokitzapena Ikerketa Taldeko burua BC3n Iturria: Elhuyar aldizkaria

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El cambio climático, como en otros seres vivos, afecta directamente a los árboles. Y, al contrario, los árboles juegan un papel fundamental en los elementos de respuesta ante la emergencia climática. De hecho, como es sabido, absorben dióxido de carbono, reduciendo así la concentración atmosférica de este gas de efecto invernadero. Además, sus funciones son muy diversas, tanto en el bosque como en la ciudad.

Dos expertos han explicado la influencia del clima en los árboles y en el clima en cada una de estas zonas. Julen Astigarraga Urzelai es el primero. Acaba de ser nombrado doctor por la Universidad de Alcalá con una tesis sobre cómo el clima y el uso de los bosques afectan a la dinámica forestal. La otra es Marta Olazabal Salgado, investigadora del Centro Vasco de Cambio Climático (BC3). Sus principales líneas de investigación son la adaptación al cambio climático y la resiliencia urbana. Ambos han demostrado que los árboles son fundamentales para responder a la crisis climática.

Impacto del cambio climático en árboles y bosques

Julen Astigarraga Urzelai

Profesor e investigador de Ciencias de la Vida en la Universidad de Alcalá

El bosque, definido de forma muy simple, es un ecosistema de árboles. Los árboles absorben dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y obtienen agua y otros nutrientes de sus raíces. Con todos estos componentes y utilizando la luz solar, realizan la fotosíntesis. Durante la fotosíntesis transforman la materia inorgánica (CO2 y agua) en la materia orgánica necesaria para su cultivo. En este proceso liberan oxígeno, inician el flujo de energía y crean la base para que los demás seres vivos puedan vivir. Con el tiempo, la materia viva se va acumulando en la madera, ocupa cada vez más espacio físico y crea el hábitat de otros seres vivos. En resumen, así surge el complejo ecosistema que llamamos bosque.

Dentro de esta complejidad, es necesario subrayar la multifuncionalidad de los bosques, es decir, la capacidad de este ecosistema para desempeñar diversas funciones. Estas funciones, además de ser imprescindibles para el funcionamiento de los ecosistemas, nos han aportado a los seres humanos a lo largo de la historia: la producción de madera y alimentos, la protección del suelo y la biodiversidad, la regulación del agua y el clima, la mejora del ocio y la salud humana, entre otros.

Sin embargo, todas estas aportaciones no pueden ser maximizadas al mismo nivel y compatibilizarlas es uno de los grandes retos que tenemos delante. Está claro que la gestión forestal juega un papel importante en ello. Por ejemplo, en Euskal Herria sobre todo XX. A partir del siglo XX se ha maximizado la producción de madera en detrimento, en general, de la protección del suelo o de la regulación del agua.

En las últimas décadas, tanto la escasez de agua como los niveles de CO2 han aumentado considerablemente por la acción humana y nos han colocado ante el mayor desafío que hemos tenido a lo largo de la historia, conocido como cambio climático. En definitiva, al aumentar las temperaturas medias y los episodios climáticos extremos, disminuye la capacidad fotosintética de los árboles, cuyas consecuencias ya son visibles en los bosques de todo el mundo. Las evidencias científicas no dejan lugar a dudas: aumentan las tasas de mortalidad de los árboles. Al mismo tiempo, se están produciendo cambios en la composición de las especies arbóreas, que se mueven hacia los polos y a mayores alturas, y que aumentan las más adaptadas a altas temperaturas y sequías.

Sin embargo, alguien, con mucho sentido, puede plantear que el aumento del CO2 puede hacer aumentar las tasas de crecimiento de los árboles y, con ello, disminuir los efectos de la escasez de agua. Esto parece ser el XX. Tendencia hasta finales del siglo XX, pero cada vez hay más evidencias de que los impactos negativos de la escasez de agua están superando los efectos positivos del aumento del CO2. Por si todo esto fuera poco, los cambios en los usos del suelo también han golpeado a los bosques; no tenemos más que mirar al paisaje de nuestro entorno para detectar la homogeneidad de los paisajes.

Los próximos años serán decisivos para reducir al máximo el impacto del clima y los cambios de los usos del suelo en los bosques. Desde un punto de vista positivo, nuestro conocimiento sobre el funcionamiento de nuestros bosques va en aumento. Sin embargo, a pesar de las plantaciones realizadas, debemos reconocer que no somos capaces de crear un bosque con toda su complicidad y que nosotros también formamos parte de la naturaleza. En consecuencia, la mejor opción que nos queda es ayudar a los bosques en la transición hacia un nuevo clima a partir de lo que sabemos sobre el funcionamiento de los bosques, en lugar de buscar rutas de salida totalmente tecnológicas. Ayudemos a los bosques en este camino antes de que sea tarde.

Importancia de los árboles en las ciudades

Marta Olazabal Salgado

Investigador Ikerbasque y Jefe del Grupo de Investigación Adaptación en BC3

La naturaleza juega un papel fundamental en las ciudades. Hasta tal punto que, a pesar de que las décadas nos han costado darse cuenta, hoy en día se tiende a reintroducir la naturaleza en el urbanismo como eje vertebrador de la salud física y psicológica, de la biodiversidad y de la resiliencia climática. Seguramente tendréis el entendimiento de soluciones basadas en la naturaleza o de infraestructuras verdes y azules. Estos conceptos se utilizan para la desintegración y recuperación de los ecosistemas como un elemento más del paisaje urbano. Entre ellos, los árboles son los más importantes por la cantidad y calidad de sus beneficios.

Los árboles aportan una serie de beneficios que mejoran la calidad de vida a través de la creación de entornos más visibles y sostenibles. Podemos tener árboles en las calles, hileras o plazas, así como parques o bosques urbanos. A medida que estos árboles se conviertan en parte de un ecosistema mayor, ganarán espacio y salud, y sus beneficios se multiplicarán. De hecho, muchas ciudades están creando corredores urbanos ecológicos para conectar ecosistemas, fomentar la biodiversidad y facilitar el acceso a la naturaleza desde cualquier lugar de la ciudad. Pero es muy importante que los árboles estén en todas las calles de la ciudad, y hay que analizarlos como acupuntura y desde el respeto ecológico.

Los árboles reducen el ruido y atrapan contaminantes atmosféricos. Por ejemplo, en las hojas capturan material particulado con diame­tro inferior a 10 micras. Este material es especialmente nocivo para los pulmones y el corazón, y la mayoría proviene de la circulación de los vehículos. Además, mediante la fotosíntesis, los árboles producen oxígeno y absorben dióxido de carbono. El dióxido de carbono es uno de los gases de efecto invernadero y en los últimos 80 años, debido al consumo desproporcionado de combustibles fósiles, la temperatura de la atmósfera aumenta. Los árboles y sus entornos permeables (tierras no selladas) capturan agua y son grandes aliados para evitar la erosión (especialmente en zonas de orografía compleja) e inundaciones en las precipitaciones extremas. También liberan humedad mediante evapotranspiración, lo que favorece la combustión de la temperatura local. Esta humedad y la sombra de las copas frondosas convierten a las olas de calor en magníficas refugios. No sólo eso, sino que esta regulación de las temperaturas locales en el espacio público permite reducir la demanda de energía en los edificios para los sistemas de calefacción en invierno y pico en verano. Puede decirse que los árboles generan un microclima que es imprescindible en un contexto de emergencia climática, en el que las ciudades son especialmente vulnerables debido al patrimonio construido y a la concentración de la población.

Al ser seres vivos con derechos propios, los árboles son también centros de biodiversidad y salud ecológica. Muchas especies, como pájaros, hongos, insectos, etc., dependen también de los árboles en las ciudades, que viven en un difícil equilibrio con las actividades humanas. La protección de la biodiversidad es importante no sólo porque vivimos en un momento de crisis global, sino también porque es un indicador de salud de los ecosistemas urbanos. A mayores niveles de biodiversidad, los ecosistemas (árboles) cumplen mejor sus funciones.

Por último, y no menos importante, la relación con la naturaleza es fundamental para las personas. Los árboles y la biodiversidad de nuestro entorno nos ayudan a hacer frente a la vida en un entorno urbano artificial. Está demostrado que estar cerca de la naturaleza ayuda a reducir el estrés y la ansiedad y mejora la salud mental y el bienestar, lo que puede ser evitado por el remolino urbano.

Sin duda, los árboles en las ciudades son insustituibles ante la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. La integración de los árboles en las ciudades y la gestión de su salud no puede convertirse en un mero servicio de obras públicas. Requiere estrategia, tiempo e inversión. Existe una fuerte competencia con el resto de infraestructuras urbanas, pero los beneficios de los árboles ya son inevitables.

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